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EL PRINCIPITO


Ayer compré un ejemplar nuevo de "el principito" porque el que tenía está tan desgastado que ya no me deja ni hacer anotaciones cuando lo vuelvo a leer. Es una de las maravillas del mundo. Dediqué el nuevo ejemplar a mis hijos haciéndoles saber, en la dedicatoria, que es una obra maestra de la que aprenderán a amar lo más pequeño, lo sencillo... No pude evitar empezar a leerlo de nuevo y dejarles señaladas en sus renglones a mis hijos algunas cosas que no me gustaría que pasen por alto. Leer un libro señalado por alguien es hermoso, porque conoces más a quien lo leyó antes que tú. Así conocerán ellos al principito a través de mí y a mí a través de el principito. A lo que voy: mi pequeña Beatriz apoyó su cabeza en mi hombro y repasó con su vista los renglones que yo subrayaba. Le mostré la dedicatoria. Le hablé de la importancia de tener tiempo para lo más pequeño. Estuvo un rato a mi lado en silencio y cuando más abstraída estaba yo, se levantó. Yo no me dí ni cuenta. Seguí absorta en la lectura, visitando asteroides y contando estrellas, y no me enteré de que la niña se había levantado. Hoy me he despertado muy temprano, como siempre. Intento no hacer ruido y he cogido una cajita donde guardo los pendientes. Al abrirla, he encontrado esta nota que se muestra en la foto. Las cajas fuertes del Banco de España, no tienen categoría al lado de este tesoro que yo he encontrado esta mañana. Y lo más hermoso es que la niña ha tenido la paciencia de esperar a que pase la noche sin decirme nada para que la sorpresa fuese más hermosa. En un rengloncito me ha contado el principito entero. Ay, la infancia, qué lugar tan dulce para vivir siempre...

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