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EL EXAMEN


De niña tuve un profesor imborrable. Cambió algunas lecciones del libro de texto por lecciones de vida y a mi parecer no se equivocó. Un día nos hizo un examen por sorpresa, un examen de una sola pregunta, aparentemente fácil, pero ninguno supimos contestarla. Dijo que en Septiembre volvería a repetirla y no aprobaría el curso quien no la hubiese aprendido durante el verano. Aquella fue la pregunta más importante de mi vida escolar, la que no he olvidado con los años, la que marcó mi infancia y mi norte. Aparentemente fácil, aparentemente absurda. Quería que le dijésemos el nombre de la señora que limpiaba el colegio. Así de sencilla, pero ninguno supimos contestarla. El aula se quedó en silencio. El profesor nos miraba y esperaba, para darle aún más importancia al asunto. Algunos no nos conformamos con aprender su nombre, la miramos a los ojos y nos intrigó su vida. Nunca antes habíamos reparado en ella. Cuántos hijos tendría, de dónde era... Ella caminaba cabizbaja, como quien no tiene importancia, como quien ha asumido con los años que ha nacido para limpiar un colegio sin que nadie mire su cara. Tenía blanco el rostro. El cubo de la fregona lo llevaba como pegado a la palma de la mano izquierda y el palo del mocho a la palma derecha. Llevaba un trapo blanco colgado al hombro que resaltaba aún más el luto que guardaba por alguien. Era silenciosa como un gato. Me preguntaba si cantaría bajito cuando nadie la viese, si por las noches besaría a sus hijos como mi madre hacía conmigo, si hablaría con alguien y con qué voz. Todos los días la tuve presente hasta el día del exámen, y después del exámen durante el siguiente curso hasta acabar la escuela y después el instituto. Me llevé a aquella mujer a todas partes en la cabeza y ahora la tengo presente en noches como esta en que escribo. No se me ha olvidado nunca. Aprendí su nombre que según mi profesor era tan importante para pasar de curso, para aprobar la vida, he sabido después. Para no fracasar en lo humano, en lo esencial. Me puedo equivocar en las ecuaciones de vez en cuando o pongo comas donde no van y me salto tildes, pero no se me ha olvidado la vida de aquella señora y sigo preguntándome por quién llevaría aquel luto. Hay dias en que me viene su nombre a la mente como a quien le cae una gota de lluvia en la frente de un cielo sin nubes, entonces, una tormenta me revienta en los ojos. SERAFINA SAN LÁZARO TUDELA. Así se llamaba aquella señora. Como para olvidarlo, querido profesor, como para olvidarlo...

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